viernes, 10 de mayo de 2013

El Congreso de La Haya (1948)



Antecedentes

En 1947 se presenció una eclosión de movimientos a favor de la unión europea. La Unión Europea de Federalistas (UEF), proyectaba una unión europea como tercer bloque, es decir como fuerza pacificadora entre las dos superpotencias. Aunque tenía un programa, en su seno albergaba tendencias muy dispares: los italianos insistían en la unión política, con un poder supranacional definido por una constitución federal, por lo que reclamaban la convocatoria de una asamblea constituyente europea (según el esquema norteamericano); los franceses en teoría federalistas integrales defendían un plano gradual, en el que se comenzase con uniones funcionales. Junto a la UEF aparecen otros muchos movimientos: el Comité para la Unión europea, fundado por Churchill; la Unión Parlamentaria Europea, promovida por Coudenhove‐Kalergi.

Con objetivos convergentes, estas seis organizaciones buscaron rápidamente establecer mecanismos de colaboración. Se abrió una primera fase del proceso de integración europea, conocida como “etapa de los congresos”. Duncan Sandys, apoyado por la UEF, asumió la tarea de buscar la unión entre todas las organizaciones.
Finalmente, en una reunión en París el 11 de noviembre de 1947, los Comités nacionales de la LCE, la UEF, la UPE y el MEU se fundieron en un Comité Internacional para la Unidad de Europa.

El Congreso Europeo de La Haya

Las iniciativas del Comité se concretaron en el Congreso de Europa, dirigido por Retinger y que se reunió en La Haya, entre el 7 y el 11 de mayo de 1948. Su finalidad fue debatir el modelo de unidad continental y de marcar la creación de los Estados Unidos de Europa como objetivo común para todas las fuerzas democráticas europeas. Reunió cerca de 800 asistentes (intelectuales, empresarios, sindicalistas), observadores de Canadá y EEUU y políticos, aunque sin carácter oficial, como Churchill, Adenauer, Mitterrand, Spinelli o Van Zeeland, que luego tendrían un papel importante el el proceso de integración.

La participación fue impresionante: los 800 asistentes representaban distintas sensibilidades (pragmáticos e idealistas, intervencionistas y liberales). Un problema fue el de los laboristas británicos (relación especial con EE.UU. y la Commonwealth), que repercutió en el poco entusiasmo de otros socialistas europeos. Otro problema fue la participación como observadores de un pequeño grupo de americanos. Aquí el problema era doble: el complejo de inferioridad de una Europa que no sólo necesitaba los dólares americanos sino también sus consejos; por otro lado Europa se quería como un tercer bloque caracterizado por el pacifismo, y por carecer de un anticomunismo sistemático o agresivo. Europa del este sólo estaba representada por exiliados, al igual que España: Salvador de Madariaga.

Las sesiones del Congreso pusieron de relieve las diferencias entre las dos visiones de la construcción europea, la federalista y la funcionalista.

  • La primera, con la UEF a la cabeza, pretendía acometer enseguida la cesión de soberanía de los estados en beneficio de organismos supranacionales de gobierno, como la Asamblea de Europa. 
  • La segunda defendía, en una primera fase una mera estructura de coordinación funcional entre los gobiernos, pero que no implicara una pérdida real de la autonomía de las políticas estatales.

La resolución final, como victoria de los federalistas, incluyó una frase en la que se indicaba que había llegado la hora del ejercicio común de la soberanía. Los trabajos del Congreso tuvieron lugar en tres comisiones (política, económica y cultural). De ellas, la política fue la más importante, se centró en la necesidad de constituir una Asamblea Consultiva Europea representativa que fuese una tribuna idónea donde los distintos países europeos pudiesen resolver sus problemas comunes. Pero, ¿cómo se constituiría?, ¿cuáles serían sus atribuciones? Las opiniones eran dispares, el congreso se centró en pedir una asamblea: se denominaba el Consejo de Europa.

Las tres comisiones de La Haya

De las tres comisiones, la económica, la cultural y la política que se establecieron en La Haya, la política, presidida por por el antiguo jefe de gobierno francés Paul Ramadier, era la más importante. Sus propuestas recogieron los puntos de vista de los funcionalistas y aunque se coincidía en la necesidad de crear una Asamblea de Europa, las visiones de ese Parlamento continental eran contrapuestas.

  • Los federalistas querían dotar a la Asamblea con una capacidad legislativa que obligara a los Estados y que ese Parlamento fuese elegido por sufragio universal.
  • Los funcionalistas pretendían que la Asamblea estuviera constituida por delegados de los parlamentos nacionales y tuviese un carácter consultivo.

En la Comisión de Economía, presidida por Van Zeeland, hubo mayor unanimidad a la hora de defender la cooperación y el libre mercado, con supresión de derechos aduaneros y libre convertibilidad monetaria, así como libertad de circulación de trabajadores. El acuerdo entre federalistas y funcionalistas se centró en trasladar el impulso europeísta de las iniciativas privadas a las instancias oficiales de los estados, que habían permanecido un tanto al margen del proceso.

La Comisión de Cultura, presidida por Salvador de Madariaga, acordó patrocinar un Colegio de Europa, que fue establecida finalmente en Bruselas el año 1949, dedicada a los estudios paneuropeos. Su primer rector fue Hendrik Brugman.

El Congreso de La Haya en el proceso de integración europea

El Congreso de La Haya es un momento clave en el proceso de integración europea. Aunque lejos de los objetivos marcados por los federalistas, se puso de manifiesto el alto consenso europeísta logrado entre los políticos, empresarios e intelectuales de la Europa occidental y señaló las líneas maestras que conducirían medio siglo después, a la creación de la Unión Europea.

Una valoración de La Haya puede calificarse de moderada, se renunció a la utopía federalista más audaz, pero quizá también de realista. El Congreso había permitido sacar a la luz las verdaderas dificultades, ahora se trataba de pasar a la acción y para ello que las delegaciones nacionales se reuniesen con sus respectivos ministros. Pero, como era previsible, la actitud de los gobiernos no reflejaba el entusiasmo de La Haya. Ante esta situación, el Movimiento Europeo presentó al mundo político el 8 de octubre de 1948 un memorándum que sirvió de base para los futuros debates. ¿Qué países harían suyas las sugerencias? Francia (en el seno de una reunión de la Unión Occidental) tomó enseguida el liderazgo de la propuesta, pues veía la oportunidad de convertirse en el árbitro del proceso. Pero las divergencias eran claras: Inglaterra se negaba a la existencia de una Asamblea europea y proclamaba que había que contentarse con una simple Europa de los Estados, es decir, un encuentro regular entre los ministros responsables o a lo sumo una conferencia de delegados gubernamentales. Se acordó reunir una comisión de estudios para que analizase las diferentes opiniones (el Comité permanente para el estudio y desarrollo de la Federación Europea), que se reunió bajo la presidencia de Herriot en París. La comisión intentó una solución salomónica, combinar una asamblea con un consejo de ministros, lo que sería el embrión de un legislativo y un ejecutivo europeo.

Fuente: usuario Eme del blog Página No Oficial de Uned-historia

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