jueves, 28 de marzo de 2013

El veto francés al Reino Unido


El enfrentamiento existente entre los gobiernos de Francia y EE.UU. confirmó la convicción francesa de que Londres actuaba como un agente al servicio de Washington en Europa, un hecho que significaba una amenaza para la construcción europea. Las diferencias anglo-francesas se establecieron esencialmente en dos puntos: en el criterio con la gestión del armamento nuclear y en las consecuencias negativas para el eje franco-alemán si aceptaban el ingreso de Londres en la Comunidad y no acometiera las reformas necesarias en su debilitada economía.
En Inglaterra, mandaba el conservador Harold Macmillan, mientras que en Francia gobernaba la derecha gaullista. Era el año 1961 cuando Macmillan, desencantado con la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), inició el proceso de integración en el grupo de los Seis. Recibiría el apoyo del presidente de EE.UU. Kennedy. Una vez aprobada la propuesta en la Cámara de los Comunes, solicitaron formalmente el ingreso junto a tres miembros de la AELC (Irlanda, Dinamarca y Noruega). Los Seis exigieron al gobierno inglés el abandono de la “preferencia imperial” del comercio británico de la Commonwealth. Londres se mostraba dispuesto a asumirlo a condición de aceptar otras contrapartidas dentro del Grupo.

Aunque las relaciones entre franceses e ingleses eran cordiales, las diferencias ente ambos eran notorias. De Gaulle no aceptaba un sistema desigual preferencial ni la no renuncia al acuerdo comercial con la AELC. Además, Macmillan, se oponía a la autonomía del armamento nuclear francés apoyando el “Gran Diseño Democrático” de Kennedy. Ante esto, De Gaulle consideraba inaceptable dicha postura pronorteamericana, proponiendo que se vetaría en el Consejo de Ministros la adhesión británica, ante el temor de que la Comunidad Europea fuera absorbida y, como consecuencia, la dependencia con EE.UU. ineludible. Argumentos, suficientes desde el punto de vista francés, para negarse a su integración, muy a pesar de los europeístas partidarios del federalismo en Europa.

Más tarde, los laboristas comenzaron a trabajar en la idea de poder ingresar en el Mercado Común asumiendo la situación en la que se hallaban, esto es, la pérdida colonial, el fracaso de la AELC, la baja competitividad, la depreciación de su moneda y el déficit de su balanza, aspectos todos ellos que presagiaban una gran crisis.

En el año 1967, el nuevo gobierno británico laborista, con Harold Wilson como Primer Ministro, anunció la intención de solicitar nuevamente la adhesión a la Comunidad. Irlanda, Dinamarca y Noruega, de igual forma, se unirían a la petición.
Pero, De Gaulle, continuaba con su temor de que entraran países miembros de la AELC, pudiendo el gobierno de Washington, a través de ellos, interferir en la Comunidad Europea. A su vez, el mandatario francés recordaba la actitud negativa y hostil mostrada por el gobierno inglés en los inicios de la formación de la CEE. Por todo ello, propuso un periodo de transición en modo asociativo hasta comprobar que el Gobierno inglés hubiera realizado los cambios estructurales económicos requeridos.
Finalmente, los ministros de Asuntos Exteriores se negaron a la solicitud de adhesión y Londres respondió rechazando la propuesta de ingresar como miembro asociado, si bien persistía la solicitud de ingreso.

Fuente: usuario handikona del blog Página No Oficial de Uned-historia

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