jueves, 25 de febrero de 2016

Cultura Material desde la antigüedad tardía a la época industrial (IV)


Identifique las producciones cerámicas que se muestran en las cuatro figuras y realice un comentario sobre su forma, técnica de realización, funcionalidad y cronología.


Figura 1:

La cerámica de esta figura es una jarrita carenada mudéjar de pie de copa. Fue encontrada junto a otras cerámicas en una excavación arqueológica practicada por Enrique Arnau en la conocida como Casa del Tinte de Benavente (Zamora) entre los años 1996 y 1997. Concretamente se las cerámicas se hallaron en un pozo negro totalmente colmatado junto a otros restos sólidos como monedas. La jarrita se trata de una forma cerámica carente de revestimiento que ha sido identificada en distintas zonas de la meseta septentrional como León, Valladolid, Astorga o Benavente. La uniformidad de esta producción no se reduce únicamente a la forma, sino también a la capacidad identificándose tres medidas de capacidad concretas. Los especialistas piensan que estas jarritas han sido realizadas por comunidades mudéjares residentes en estos centros y su difusión muestra cómo se han ampliado las redes de distribución comercial de las cerámicas que superan el ámbito estrictamente comarcal del periodo anterior.
Atendiendo a distintos indicadores como la presencia de una moneda de Enrique III (1390-1406) o la construcción encima de los niveles donde se hallaron las cerámicas de la iglesia del Santo Sepulcro (citada ya en el año 1434), podríamos afirmar que nos encontramos ante unas cerámicas que, al menos, ya se fabricaban y comercializaban en los años precedentes al siglo XV y que posiblemente lo siguieran haciendo a lo largo de esa centuria, por lo que sabemos de la evolución de estas jarritas carenadas en los otros lugares donde se ha atestiguado su presencia.
Desde el punto de vista técnico la cerámica está fabricada mediante torno rápido que proporciona perfiles uniformes y superficies homogéneas. Como en siglos anteriores se sigue empleando una matriz arcillosa decantada con los mismos desengrasantes de reducido tamaño. La temperatura alcanzada en los hornos de cocción se mueve entre los 1100 y 1200ºC, similar a la utilizada en la cerámica plenomedieval.
Funcionalmente estas jarritas podrían haber servido como vajilla de mesa: la pieza con asidero (propiamente, jarrita) para escanciar líquidos y la carente de él (la figura comentada), como vaso para beber. Pero también, y dada su fabricación en tres tamaños siempre de idénticos volúmenes, se podría pensar en otra función específica, tal vez que se trataran de medidas, pues no parece casual que los tipos documentados coincidan en dimensiones y capacidad: 300 ml, 200 ml, 100 ml. La idea es sugerente y más cuando sabemos que las ordenanzas municipales contemplaban desde antiguo la reglamentación de la venta pública de determinados productos mediante la regulación de sus instrumentos (pesos, medidas, etc.).


Figura 2:


La cerámica de esta figura es un candil de piquera. De forma descriptiva el candil tiene una cazoleta lenticular acanalada, un pie indicado, esbelto gollete acampanado con el borde marcadamente exvasado, una potente asa circular facturada que surge junto a la línea de inflexión de la cazoleta para terminar enrollándose junto al gollete, y una piquera larga, de perfil ahusado abierto (parcialmente fracturada) situada a la misma altura que la cazoleta.  Con un pequeño parapeto triangular de borde dentado, en el inicio. 
Es una cerámica de pasta rojiza, con textura fina y compacta. Las paredes son finas, con las superficies de color rojizo-parduzco, bien alisadas y decorados en verde mediante “técnica de verdugones”.  Tiene una altura de 7,80 cm, una anchura de 7,60 cm y un grosor de 0,80 cm. 
En cuanto a su técnica, la cazoleta del candil y el gollete se realizaron con torno rápido y el asa y la piquera de forma manual. La arcilla experimentó una cocción múltiple oxidante. 
Funcionalmente esta cerámica tenía un uso doméstico y servía para el alumbrado mediante la combustión de una mecha impregnada en líquido oleoso.
Su contexto cultural es el reino de Taifas y época Almorávide con una cronología aproximada del año 1091 al 1147. Esta piquera se halló en la alcazaba de Almería pero se desconoce su procedencia original. Actualmente se encuentra en la sección de arqueología del museo de Almería.


Figura 3:

La cerámica de esta figura es una jarra con decoración de cuerda seca parcial. La denominada cuerda seca es una producción cerámica altamente especializada que se documenta a partir de la fase final del periodo califal, pero que se generalizará solamente en el siglo XI. El término hace referencia a una técnica decorativa policroma en la que el cuerpo cerámico se divide en campos decorativos separados por materiales grasientos y a veces, óxido de manganeso para posteriormente rellenarlos mediante esmaltes y vidriados que se fijaban en una segunda cocción. En esta nueva cocción los materiales grasientos se fundían impidiendo que se mezclasen las decoraciones dejando a la vista la superficie del cuerpo cerámico, mientras que si se empleaba el manganeso, los dibujos y trazados están claramente delimitados por este componente. El material usado es pasta arcillosa engobada. Sus dimensiones son de 11 cm de altura y 15,5 cm de diámetro.
Describiendo la cerámica a la jarra le falta el cuello y tiene fragmentadas las asas. Posee una base con pie anular y un cuerpo globular. Sobre la panza se desarrolla una decoración geométrica en cuerda seca parcial, en la que los motivos contorneados de marrón un vidriado de estaño blanco muy alterado en la actualidad: una banda larga, entrecortada por las asas, rematada por dos filetes (solo el superior está coloreado) decorada con un registro central rodeado de orlas blancas y con motivos alargados del mismo color. Los espacios sin vidriado contienen una decoración de puntos marrones.
Esta jarra se ha encontrado en los niveles de ocupación del hábitat urbano de Sétif, en Argelia. Se conserva en el Museo Nacional de Arqueología de dicha ciudad. Se cree que el lugar de producción es el sudeste de al-Andalus en el siglo XII. Este tipo de producción alcanzó una importante difusión comercial en el Mediterráneo occidental como el Magreb.


Figura 4:

La cerámica de esta figura es un ataifor tipo A.25 localizado en los niveles almohades del castillo de Alarcos (Ciudad Real), en la submeseta sur de la península Ibérica. A la  forma A se adscriben piezas abiertas como ataifores, zafas, escudillas, platos, fuentes, etc.  
Esta pieza cerámica se puede situar cronológicamente de forma muy precisa. La horquilla temporal va del año 1195, año de la batalla de Alarcos, al 1212, fecha de la batalla de las Navas de Tolosa. El plato hondo está decorado con una combinación vidriada policroma en blanco/verde y negro, es decir, presenta un sistema decorativo “verde-manganeso”. El diámetro del borde es de 38 cm y el de la base de 12,70 cm con una altura de 15,20 cm. En su elaboración se ha utilizado arcilla local y la pasta es rosada con intrusiones finas de cuarzo y mica. Muestra en su base un anillo de solero no vidriado de sección diagonal. El barniz vítreo se extiende por ambas superficies, melado al exterior con derrame blanco del interior y blanco/verde y negro al interior. A diferencia de las piezas omeyas, donde los colores son muy vivos y brillantes, este ataifor almohade presenta una coloración bastante apagada.
La pieza se confeccionó con la técnica de torno rápido que es característica de la cerámica islámica desde la época califal. La cerámica experimentó una doble cocción.
Esta pieza de gran tamaño se ha conservado completa y destaca por su gran contenido simbólico. Está claro que se quiere reflejar la sumisión de los creyentes a Dios ya que éste se manifiesta mediante la representación en el centro de Su brazo y de la palma de Su mano derecha con un anillo en el dedo meñique, que son los símbolos, respectivamente, “del socorro acordado y de la protección y de la misericordia y de la bendición divina”. El anillo en el dedo meñique hace alusión al juramento de fidelidad que une a los creyentes musulmanes con su Dios. A ambos lados del antebrazo y mirando a la palma de la mano se disponen lo que podrían ser dos palomas, trazadas muy sintéticamente, una de ellas apenas visible, que simbolizarían el fervor de los creyentes hacia Dios.
Funcionalmente el ataifor debía de ser un plato hondo para servir viandas aunque se cree que de forma secundaria podría haber tenido un uso decorativo o de amuleto ya que se ha hallado una serie de incisiones en el anillo de solero. Esto indica que el objeto pudo haber estado colgado en la pared.

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